viernes, 15 de junio de 2012

de marte

de marte
Estos días se han sucedido las experiencias de negación freudiana.
"No vendrán los hombres de negro" y vienen, aunque parece que sólo vengan a tomar unos gin-tonics.
A través del mismo mecanismo, afirman que esto no es Grecia o tampoco Uganda, pero no son capaces ni de definir un mínimo contorno de lo que nos sobrevuela.
Y en medio, algunas crónicas sobre lo innombrable-lo que tampoco es un rescate-cogen un tono, más que nunca, de homenaje literario al recientemente desaparecido Ray Bradbury y Las crónicas marcianas .
Si no fuera porque ahora un extraterrestre podría leer la prensa internacional, si sólo pudiera acceder a unos determinados papeles, aunque pensaría que en la península Ibérica estamos de fiesta, viviendo unos días de gloria.
Hay tanto cinismo en tan poco tiempo. "A través de la red de alambre, llamó a todo de hombres uniformados que quería ir a Marte.
Les dijo que era un honrado contribuyente, que se llamaba Pritchard y que tenía derecho a ir.
¿Verdad que era nato allí mismo, en Ohio?
¿Verdad que era un buen ciudadano?
Pues, ¿por qué no podía ir a Marte? ", Hace una crónica bradburiana.
A mi amigo, en vano, que es un buen ciudadano, todo ello le hace pensar en el año pasado, cuando tuvo que hacer la peregrinación penosa de pedir una hipoteca: la obscenidad de rondar por diferentes cajas, aguantar los discursitos usurpadores de alguna, disfrazados de ocasión descomunal.
En vano tuvo que soportar preguntas sobre sus ahorros, trabajo y trayectoria vital, desnudarse cabizbajo sabiendo que el otro tiene la sartén por el mango.
(Esto no parece haber cambiado con las recientes maniobras marítimas.) En el último comentario de tercer grado - "Veo que ha podido ahorrar últimamente" -, en vano ya no pudo más: "Sí, es que el negocio de la droga da para mucho.
"El otro apenas se inmutó. Ahora piensa que era un personaje más de las crónicas marcianas.

viernes, 8 de junio de 2012

Efecto disuasorio

Efecto disuasorio
Dicen que para lucir hay que sufrir.
Y en Girona esto lo podemos aplicar al maravilloso casco antiguo que tiene.
Si se quiere que luzca se debe aceptar lo que algunos consideran un sufrimiento, como lo que representa que la zona esté pensada casi sólo para peatones.
Y sólo se puede decir casi porque es lógico que los vecinos puedan acceder con su coche.
Lo que no es tan lógico es que quiera o pueda hacer cualquiera.
Hace meses que no se controlan, y que por tanto no se multan, las personas que acceden en coche al casco antiguo sin tener el distintivo correspondiente que les autoriza a hacerlo.
Después de leer este titular podríamos felicitar al alto grado de civismo de los conductores que respetan la señal que restringe el acceso a la zona y que así evitan las sanciones.
Pero, desgraciadamente, resulta que si no se multa no es porque los ciudadanos se les haya despertado la conciencia cívica.
Sino que no se multa porque el sistema de control parece que es demasiado gravoso, demasiado manual y lento, demasiado complejo.
Vamos, que para que fuera efectivo habría que destinar una persona a controlar y comprobar cada coche que entra en el casco antiguo más de la cuenta, o sea más de tres veces por trimestre.
Desde que se instaló la cámara con el correspondiente aviso, hace más de cinco años, la mayoría de conductores pensaba que lo iba a misa.
O sea que, como ocurre con los famosos, molestos y criticados radares de las carreteras, cualquier infracción quedaba perfectamente registrada y retratada.
Pero ahora resulta que no.
Que todo era tan complicado que más valía dejarlo correr.
La parte positiva es que, gracias a este pequeño y seguramente involuntario engaño, el tráfico por el Casco Antiguo se ha reducido considerablemente.
Si antes pasaban unos 2.800 vehículos cada día, ahora las cifras se sitúan alrededor de 1.500.
Sólo con números cuesta ver si son asumibles y compatibles con todos los peatones y, sobre todo, turistas que visitan Girona.
Un paseo permite comprobar que todavía falta mucho para encontrar el punto justo de convivencia en la avalancha de ciudadanos, coches, camiones, camionetas y bicicletas que se mueven por las calles.
Sin embargo, y aunque haya que lamentar la falta de previsión sobre la utilidad de la cámara, por lo menos no habrá sido en vano aunque sea por el efecto disuasorio que ha tenido.